Exámenes finales


Un año más se acerca le temido mes de Junio y con él los no menos temidos exámenes finales, esos en los que algunos «se juegan el curso». No debería ser así pero año tras año ocurre lo mismo. El exámen en sí mismo es una prueba objetiva que a simple vista no entraña  ningún peligro para el que lo tiene que hacer, es simplemente una forma de medir  nuestro nivel de conocimientos, pero algo que puede parecer tan obvio y tan sencillo acaba por convertirse en un tormento para muchos estudiantes que se enfrentan a ellos con auténtico pavor.

Los exámenes producen estrés y ansiedad, no es nada nuevo, quizás sea porque nuestro futuro académico y profesional va a depender del resultado que obtengamos, tal vez porque no queramos defraudar a quienes tienen depositada en nosotros toda su confianza o porque lo utilizamos como una forma de valorarnos a nosotros mismos. Sea cual sea la razón ¿Qué podemos hacer?¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a sobrellevar el período de exámenes?

Para empezar hay que decir que un cierto nivel de ansiedad es necesario, el problema viene cuando ese nivel se dispara y se producen efectos no deseados que nos pueden provocar alteraciones a tres niveles:

Nivel fisiológico. El corazón late más deprisa, a nuestro estómago “se le hace un nudo”, nuestro pulso se acelera, tiemblan las manos y , aumenta  la sudoración.
Nivel conductual. Se evidencia muy fácilmente porque se manifiesta inquietud, vamos de un lado a otro sin parar, nos hace comer más, levantarnos de la silla constantemente, mordernos las uñas, dificultades para dormir.

Nivel cognitivo. Nos invaden  pensamientos negativos como “no podré, no soy capaz, yo no puedo con esto.” Y estas ideas nos martillean con tanta fuerza que al final nos acabamos rindiendo y las admitimos como ciertas.

Para que la situación no nos desborde y se pueda afrontar con éxito hay que trabajar también a esos tres niveles con herramientas que nos pueden ayudar a paliar estas alteraciones. Para ello diferenciamos nuevamente esos tres niveles para ver qué podemos hacer sobre cada uno de ellos.

Nivel fisiológico. Una herramienta útil en este ámbito es la relajación, enseñar a los niños técnicas de relajación es muy beneficioso para ellos, hay numerosas técnicas que se pueden trabajar con los niños que son pequeños como la de Koeppen, otra muy conocida y eficaz es la llamada Relajación progresiva de Jacobson.

Nivel conductual. Una consecuencia inmediata de aprender a relajarnos la comprobaremos en este nivel, relajarse, respirar pausadamente, todo ello hará que nuestra inquietud cese y de este modo también podremos concentrarnos mejor, incidiendo también en el sueño y en el descanso.

Nivel cognitivo. Hablar de lo que nos pasa, expresar como nos sentimos y sobretodo reconocer pensamientos negativos que nos pasan por la cabeza también nos ayuda a darnos cuenta de las ideas irracionales, escribirlas en un papel resulta útil para ver con más claridad cual es el pensamiento que nos hace aumentar nuestra ansiedad.

Pero quizás lo más importante sea lo que ha ido ocurriendo a lo largo del curso, si se ha organizado bien el horario de estudio así como el de descanso estableciendo rutinas que favorecen a éste, si se ha ido reforzando al niño reconociéndole su esfuerzo y trabajo, si se han organizado las tareas de modo adecuado no dejando todo para el final es más fácil enfrentarse al temido mes de Junio, porque al fin y al cabo, los exámenes finales solo indican el fin de un curso que ha durado nueve meses, tiempo en el que hemos tenido que ir trabajando para enfrentarnos a ellos.

 

 

 

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Licenciada en Derecho, con titulación postgrado en Resolución de Conflictos. Mediadora Familiar y de Menores, Coach Personal de Ejecutivos y Equipos. Facilitadora de la Metodología Lego Serious Play.

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