Aprender de esta nueva situación


La siguiente frase la releí hace unos días y me resonó internamente. Y me pregunté ¿Qué he aprendido estos días de cuarentena? ¿Qué he aprendido de esta prueba de vida? ¿Qué se puede aprender de esta nueva situación?

“La escuela, te enseñan una lección y luego te ponen una prueba.

La vida te pone una prueba y luego aprendes la lección.”

Tom Bodett

He aprendido que soy muy vulnerable física y emocionalmente.

Durante muchos días, semanas, he vivido una parálisis mental y emocional. No quería pensar, no quería sentir. Y en ese estado de trance, recordé una de las reflexiones de mi mentor Matti Hemmi, ¿qué ocurre si no piensas?

Pues, paradojicamente para mí, si no pienso dejo espacio a la escucha, no sólo a la escucha externa, sino también a la escucha interna que tanto me cuesta hacer. Puedo escucharme, puedo escuchar mi cuerpo, y reconocer si tengo molestias físicas; en la cabeza, en el estómago, en las articulaciones, que, inevitablemente, puedo relacionar con mis emociones.

Esos ligeros dolores de cabeza que me hablan de mi angustia y ansiedad, esos retortijones espontáneos que me recuerdas mis miedos, y esa presión en el pecho y la garganta que ahogan mi tristeza.

En estos días he aprendido a esperar, a reconocer que necesito tiempo para reflexionar, tiempo para mí; tiempo para entenderme, para cuidarme, para quererme, y que esta situación me está brindado la oportunidad de plantearme qué quiero, cómo lo quiero y para qué lo quiero.

La vida me ha puesto a prueba, como a muchos de vosotros, y aunque llevo catorce años recibiendo e impartiendo lecciones de Desarrollo y Crecimiento Personal, y acompañando a otras personas en su proceso y transformación personal, sigo aprendiendo todos los días nuevas herramientas, técnicas y habilidades para ser mejor persona y mejor profesional.

Estoy aprendiendo cómo quiero vivir mañana.

Y tú, ¿has tenido tiempo de pensar, de sentir, de aprender? ¿Crees que es un buen momento para hacerlo?

Te invito a que:

Reflexiones sobre lo que has aprendido de esta “Lección de Vida”, y sueñes como quieres ser y vivir mañana. 😉

Educar en amabilidad y generosidad


“No le pegues a tu hermanito”, “Debes compartir tus juguetes”, “Acompaña a tu hermano para que no vaya solo”. Un sinfín de frases como estas son las que comúnmente los padres decimos a los hijos, con el propósito de enseñarlos a ser personas amables y generosas. Sin embargo, aunque los niños suelan escucharlas muy a menudo, no logramos que ellos comprendan el verdadero significado de la amabilidad.


Con ello, lo único que estamos enseñándoles es a seguir una orden o corregir alguna mala conducta, para así resolver una situación de manera fácil e inmediata, evitando consecuencias mayores como la violencia física (golpes) en algunos casos; olvidándonos que la amabilidad no solo se trata de solucionar enfrentamientos con los demás, sino de inculcar un espíritu humanitario.


“la amabilidad no solo se trata de solucionar enfrentamientos con los demás,
sino de inculcar un espíritu humanitario”

El reto de la crianza
Sabemos que una de las características básicas para que nuestros hijos sean personas amables, es fomentar el aprendizaje de las palabras mágicas, decir “gracias, por favor y perdón”, en cualquier contexto de la vida cotidiana, pues es fundamental para que ellos sean más sociables. Pero no garantiza que muchos de sus comportamientos o conductas sean realmente amables.

Por ello, para lograr nuestro objetivo es necesario aplicar unas rutinas familiares que deben realizarse diariamente, como por ejemplo:


1 Ponerse en los zapatos del otro
Se trata de ser empáticos, de sentir y entender el dolor o sufrimiento de las personas que nos rodean, para así ayudar y apoyar. La mejor manera para que tus hijos comprendan sobre la empatía y sean más amables, es con el ejemplo que reciben en casa.
“Hoy no tuve un buen día, ¿quieres escuchar lo que me pasó?”. Si tú hablas con tus hijos sobre tus sentimientos, emociones y experiencias de vida; lograrás que ellos aprendan a entenderte, y por lógica serán más comprensibles contigo, ayudándote a sentirte mejor. Tal vez, te ayuden a encontrar soluciones para resolver un problema, o traten de animarte con sus tiernos besos y abrazos.


2 Una pausa familiar
Los especialistas recomiendan sintonizarse con el mundo que nos rodea para tener bienestar y sentirnos felices. Cuando tomas una pausa familiar para disfrutar unos momentos de risa con tus hijos, ofreciéndoles tiempo de calidad, se fortalece el vínculo afectivo que tienen como familia, haciendo que ellos valoren más la convivencia.
No me refiero a realizar una reflexión todos los días, sino de compartir un desayuno con ellos, incluso levantarse más temprano para tener esos minutos más para conversar o para dormir juntos en la misma cama antes de irse a la escuela, etcétera.
Cada experiencia que pasen juntos en familia será significativa para tus hijos, dejándoles un gran aprendizaje de vida, olvidando los grandes agobios que viven en el exterior, dando valor a la unión familiar. Por lo tanto, estarás formando personas amables que disfruten cada momento como único, especial e inolvidable, puesto que la amabilidad se aprende en familia.

3 Frases que cambian
Investigaciones afirman que enseñar a los hijos a hablar y pensar positivamente sobre sí mismos mejora su autocompasión y su comportamiento social. Por ello, es importante reforzar algunas frases poderosas que transformaran su manera de ser y de socializarse con los demás.
Por ejemplo: “tu amabilidad es tu mejor fortaleza”, “me enorgullece que trates a los demás con cariño, respeto y humildad”, “arreglar los errores significa que estás aprendiendo”.


4 ¿A quién ayudo hoy?
Podemos enseñar a los hijos a ser responsables y al mismo tiempo ser amables, con el simple hecho de delegar funciones a cada miembro de la familia, haciéndoles comprender que todos necesitamos ayuda para cumplir con una meta o propósito; se trata de trabajar en equipo.
Involucra a tus hijos participando con las tareas del hogar; incluso, puedes motivarlos para que comenzar el reto o juego que se llama «¿Quién puede ayudar más en casa o quien puede ayudar a otros?»


5 Esfuerzo voluntario
Una de las mayores satisfacciones que podemos sentir en plenitud es ayudar a otros, sobre todo a los más necesitados. Si deseas que tu hijo aprenda el valor de la amabilidad rápidamente y de manera sencilla, motívalo a participar en alguna asociación sin fines de lucro. Por ejemplo, en algún lugar que se dedique a la adopción de perros o gatos, una institución para ayudar a cuidar el medio ambiente, entre otros.


6 Desarrollando la creatividad e imaginación
La lectura es una herramienta maravillosa para desarrollar la empatía, la compasión y la comprensión del mundo con los demás. Por lo tanto, es importante fomentar este hábito y hacerlo como parte integradora familiar. Elige cuentos, historias o noticias, donde los valores morales de los personajes principales resalten en sus aventuras.

7 Buena actitud
Tratar de encontrar el lado positivo de las situaciones difíciles de la vida, es un poco complicado de hacer, pero no imposible. Tal vez te preguntes ¿por qué hay tantas personas en la pobreza o por qué las personas son crueles?
No podemos cambiar el mundo como si tuviéramos una varita mágica, pero podemos contribuir poco a poco para que las personas que nos rodean sean más felices y encuentren paz en sus corazones. La idea es pensar positivo, ver las situaciones difíciles como aprendizajes de vida.
La raíz de la amabilidad se aprende en familia; si quieres que tus hijos sean amables fomenta en ellos el hábito de la empatía, de trabajar en equipo, de ayudar a los que les rodean.


«Recuerda que parte de la crianza es fomentar valores y aplicarlos diariamente».

Escrito por: Adriana Acosta Bujan que estudió comunicación, es madre de un adolescente, y actualmente se dedica a la enseñanza e investigación a nivel universitario en Puerto Vallarta. Publica sus escritos esperando que ayuden a las personas que leen sus útiles vivencias.
Publicado en: Familia.com