- Portazos que distancian.
- Juicios de valor que llenan de recelos.
- Reproches que rompen la confianza.
- Tonos de voz que ensordecen.
- Pantallas que aíslan.
No es fácil convivir junto a un adolescente y menos 24 horas 7 días a la semana. Educar a alguien que vive en constante ebullición, que en ocasiones cree que el mundo gira en contra suyo, que intenta dominar sus emociones torpemente. Con poca capacidad para la autocrítica, que vive entre la euforia y el catastrofismo, el llanto y las risas.
No es fácil acompañar con serenidad a un joven al que le cuesta reconocer sus errores, que está inmerso en un caos de cambios, que muestra dificultades para superar la frustración. Que vive en una vorágine de sentimientos, dudas y contradicciones.
No es fácil entender a alguien que en ocasiones se muestra poco empático, que tiene comportamientos desmesurados, que no sabe gestionar correctamente sus arrebatos de agresividad. Una persona en proceso de cambio, de descubrimiento, de construcción de su propia identidad.
No es fácil aceptar que esa persona que se pasa muchas horas solo en su habitación enganchado a su móvil ya no es aquel niño o niña al que acurrucábamos cuando tenía miedo. Ahora es un/a joven rebelde con ganas de descubrir el mundo a su manera, al que le cuesta escuchar nuestras opiniones y ha decidido querernos de forma diferente.
Que fácil es perder la paciencia, contagiarse de sus cambios de humor, sentirse herido con sus cuestionamientos.
Los adolescentes son rebeldes, egocéntricos, transgresores de normas, impulsivos. Pero también son cariñosos, colaboradores, creativos y han demostrado, al igual que los más pequeños, una ADMIRABLE CAPACIDAD de ADAPTACIÓN en este confinamiento que les ha robado su bien más preciado “SU LIBERTAD”.
Ojalá fuésemos más conscientes de lo difícil que es para ellos madurar en una sociedad consumista, globalizada e individualizada como la nuestra. Ojalá recordásemos más a menudo lo torpe que también éramos nosotros cuando teníamos su edad.
Cómo acercarnos a nuestros/as adolescentes
Aprovechemos esta pandemia para estrechar vínculos con nuestros hijos adolescentes, para acercar posturas, para demostrarles nuestro amor incondicional.
- Consensuemos normas, flexibilicemos límites, establezcamos consecuencias cuando no cumplan los pactos. Busquemos el equilibrio entre las reglas y el vínculo afectivo.
- Regalemos miradas que acojan, palabras que entiendan, abrazos que protejan, espacios que acerquen. Recordémosles a diario lo mucho que nos importan, lo que valoremos sus esfuerzos.
- Seamos el mejor de los ejemplos a la hora de gestionar los conflictos, de controlar nuestra ira, pactemos fórmulas que satisfagan a ambos lados.
- Hablemos con ganas de entendernos, sin interrogaciones, ironías, tonos acusativos o comparaciones. Con un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.
- Démosles la libertad de dibujar su propio camino, de tomar decisiones aunque sepamos que van a equivocarse. Ayudémosles a descubrir sus propios valores, a mirarse al espejo aceptándose tal y como son.
- Respetemos la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales, sus silencios que calman. Ayudémosles a asumir sus responsabilidades sin expectativas que ahoguen.
- Aceptemos que las pantallas son el cordón umbilical se sus relaciones, su ventana al mundo estos días, intentemos ayudarles en su gestión.
- No infravaloremos sus emociones, preguntémosles qué es lo que les preocupa, ayudémosles a encontrar respuestas a sus miedos. Enseñémosles a gestionar los riesgos, los cambios anímicos, la melancolía.
- Démosles protagonismo dentro de la familia, valoremos sus propuestas, escuchemos sus quejas con cariño. Compartamos actividades que fortalezcan nuestras relaciones.
- Abramos nuevos canales de comunicación, interesémonos por lo que les gusta, preguntémosles qué es lo que les preocupa.
- Acompañemos con toneladas de paciencia, serenidad y empatía. Con mucho sentido común y humor. Compartamos con ellos cómo nos sentimos cuando pierden los papeles, eduquemos des del respeto mutuo.
Querámosles cuando más lo necesitan, cuando más vulnerables son.
Artículo de Sonia Lopez, publicado en blog de MalasMadres