Fuente: La voz de Galícia
David Bueno, doctor en Biología: «Es inevitable que los adolescentes se acuesten tarde»
David Bueno, autor de «El cerebro del adolescente». Xavier Torres-Bacchetta
Si eres de los que crees que los adolescentes necesitan mano dura, quizá cambies de idea al escuchar a David Bueno (Barcelona, 1965), doctor en Biología y profesor e investigador de la sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universitat de Barcelona, autor de El cerebro del adolescente, un GPS para conducirse con ellos. «Lo primero es entender que la adolescencia es necesaria para la maduración de la persona. Y, puesto que no la podemos evitar, aprendamos a disfrutar de ella. ¡Sé que es difícil! Sobre todo, cuando se ponen muy rebeldes…», comienza.
—Pero son rebeldes con causa, no como James Dean…
—Son rebeldes con causa y esto es además muy sano. Es sano que un adolescente lo cuestione todo. Eso es precisamente lo que estimula a su cerebro a encontrarse a sí mismo.
—¿Lo normal, entonces, es que en la adolescencia haya rebeldía? ¿Qué pasa si no la hay, algo va mal?
—Hay algunos adolescentes que no terminan de rebelarse. Es algo que depende en parte de su carácter: hay personas más tranquilas, reflexivas, y otras impulsivas. También depende un poco del entorno. Si el entorno familiar, social, educativo, promueve la reflexión, la crítica, el respeto y la confianza, favorecerá, en principio, adolescentes menos rebeldes. Pero esa rebeldía, como te digo, también depende del carácter.
—¿Funciona el «Venga, vamos a hablar tú y yo, cuéntame»?
—Precisamente, el «vamos a hablar» no es la mejor estrategia con un adolescente. Porque, normalmente, se lo toman como una invasión a su intimidad y, por lo tanto, como una posible amenaza. Y una de las formas de responder a una posible amenaza es siendo agresivo. Te mandan a paseo con una frase malsonante…
—Algo como «¡No te metas en mis cosas! ¿Por qué lo quieres saber todo?».
—Bueno, eso es lo más suave que te puede decir un adolescente que se siente amenazado.
—¿Cómo hacemos para triunfar con ellos por la vía del diálogo?
—Con los adolescentes hay que hablar, pero cuando ellos quieren… y sin que parezca que estamos poniendo demasiada atención. Hay que estar cerca, para cuando ellos decidan. Y, normalmente cuando ellos lo deciden, tú estás atareado en otra cosa.
—¿Por qué se acuestan tan tarde y por qué les cuesta tanto levantarse?
—Es inevitable, es algo biológico. En la adolescencia, el ritmo circadiano se retrasa unas dos horas de promedio. Esto hace que el sueño les llegue más tarde. Si les obligamos a acostarse antes, no se van a poder dormir. A los 14 o 15 años, el sueño no les llega hasta las 12.00 o la 1.00. Luego el despertador les va a sonar a las 7.00, pero van a estar en stand by hasta las 10.00. Es importante que en las actividades de esas primeras horas seamos menos exigentes que en las de las 10.00 o las 12.00. Si les vemos medio dormidos a las 8.00 arrastrando los pies es que no lo pueden evitar. También es normal que no tengan hambre a esas horas.
—Dejarles irse sin desayunar no parece una buena opción…
—Una buena opción es sentarnos a desayunar con ellos. Nos sentamos con ellos y nos comemos una naranja y un plátano, nada menos. ¡Nada de sentarnos a mirarles mientras comen!
—¿La cháchara con ellos funciona?
—Sí, pero cuando ellos quieren… Incluso está bien criticar.
—¿La crítica compartida nos acerca, refuerza vínculos?
—Hombre, claro… Y está bien escucharles, no reñirles. Cuando están criticando, lo que están haciendo, en el fondo, es reflexionar, y esto es importante. Hay que dejarles que nos cuenten.
—¿Qué cambios neurológicos se producen en la adolescencia?
—Que hay un inicio hormonal es indudable. Es lo que desencadena la maduración del aparato reproductor, que es donde se inicia la pubertad y se empiezan a producir los cambios de los caracteres sexuales secundarios, como la pilosidad o el ensanchamiento de las caderas en las chicas. Esto es hormonal y obedece a programas genéticos. Cuando se ponen en marcha, ¡empieza! Y no hay más que decir. Cuando empieza la pubertad es cuando puede comenzar la adolescencia, básicamente una serie de cambios cerebrales que implican también cambios de conducta. La pubertad y la adolescencia están encadenadas, pero a nivel biológico es importante distinguirlas. Pueden ser púberes y no haber entrado en la adolescencia. Los cambios en su comportamiento se deben a cambios en tres zonas del cerebro: la amígdala se vuelve hiperreactiva. Por eso, reaccionan más rápidamente, con mayor intensidad, a cualquier situación. Esto nos molesta, pero es así y tiene que ser así, porque por primera vez se van a enfrentar a situaciones típicas de lo que es ser adulto sin tener experiencia en lo que significa serlo. Así que deben tener las emociones a flor de piel para detectar lo que implica una amenaza, para poder protegerse. Que tengan las emociones a flor de piel es bueno para su propia seguridad.
—Como adultos, a veces cuesta resistir. También somos humanos…
—Debemos favorecer su autocontrol, por supuesto, pero no nos tenemos que enfadar por sus cambios de humor, porque no pueden evitarlos.
—¿Qué otros cambios importantes se producen en ellos?
—La corteza prefrontal se reconfigura completamente, y es donde se generan comportamientos como la reflexividad, la planificación o la gestión de las emociones. Todo esto debe reconfigurarse para dejar atrás los comportamientos de infancia y poder adquirir los de los adultos, básicamente por imitación; de aquí la importancia del ejemplo. Los dos cambios grandes que se producen en su cerebro son una hiperreactividad emocional y una menor eficiencia para gestionarlo. Y nos queda un tercer elemento de cambio, que es el estriado, que es la zona del cerebro que produce las sensaciones de recompensa, de bienestar, de placer… Es lo que explica que prueben todo lo que está a su alcance que creen que puede ser interesante.
—Los amigos pasan en la adolescencia ser el centro de la vida de nuestros hijos. ¿Es normal?
—Sí, claro, su cerebro se lo está pidiendo. No es que haya que darles todo lo que les pide el cerebro, pero es normal y sano que quieran estar mucho tiempo con sus amigos, hablando durante horas de nada o callejeando sin rumbo. Esto les encanta. Es importante que puedan estar con sus iguales, porque así empezarán a establecer los vínculos que serán importantes de jóvenes y adultos. No se trata de que estén todo el día fuera con los amigos. También hay que poner límites… Pero es más fácil ponerlos cuando ya desde que eran pequeños te has ganado su confianza que si siempre has impuesto cosas de forma autoritaria. Lo más importante con los hijos, ya desde la primera infancia, es generar confianza. Tú debes confiar en ellos (aunque a veces te engañen) para que ellos puedan confiar en ti.
—¿Si hemos sido unos padres autoritarios, no hay remedio?
—Sí lo hay. El cerebro no deja de aprender cosas nuevas. Siempre puedes generar un ambiente de confianza. Con tranquilidad, compartiendo ratos juntos en casa. Ellos tienen que sentir que estás cerca. No se trata de que estés con ellos en la misma habitación, pero sí de compartir momentos, comidas (si no es la cena, la merienda). Es poco a poco. El primer día que te cuentan algo que te asusta, no pongas cara de susto; si no romperás la cadena de confianza.
—¿Los adolescentes, entonces, no necesitan mano dura?
—No. Lo que necesitan es apoyo, apoyo emocional. Que estemos cerca cuando nos necesiten, que no les saquemos las castañas del fuego. Tienen que aprender que, si cometen errores, deben reconducirlos. Pero la mano dura lo único que provoca es que se cierren en banda. Esto no significa que les dejemos hacer todo.
—¿Hay que pelear para que adquieran hábitos como ordenar la habitación, hacer la cama o recoger su ropa?
—Tienen que ir aprendiendo cuanto antes las responsabilidades que tendrán cada día de adultos. Deben hacer cosas como esas, pero si hay un día que no lo hacen, ese día que dejan la ropa tirada, debemos mirar para otro lado.
—¿Por qué sufren más estrés?
—Durante la adolescencia, el nivel de estrés aumenta. Si este estrés es demasiado elevado y se cronifica, es la puerta a la tristeza, la depresión, la ansiedad, a otras patologías que pueden ser muy graves. Nuestra aportación como adultos es no presionarlos más allá de su propio límite. Cuando vemos que se están estresando mucho, tenemos que bajar nosotros el ritmo de exigencia. Ellos necesitan más apoyo que exigencia. Les exigimos que sean buenos en todo, que saquen buenas notas en todo. Hay padres que si el hijo saca menos de un 9 se desesperan. Mejor valorar el esfuerzo que hacen que la nota final, porque el esfuerzo es lo que les hará seguir navegando toda la vida… ¿Qué hacíamos nosotros cuando éramos adolescentes? Debemos acordarnos más de cómo fuimos nosotros de adolescentes.